This site uses cookies.
Some of these cookies are essential to the operation of the site,
while others help to improve your experience by providing insights into how the site is being used.
For more information, please see the ProZ.com privacy policy.
This person has a SecurePRO™ card. Because this person is not a ProZ.com Plus subscriber, to view his or her SecurePRO™ card you must be a ProZ.com Business member or Plus subscriber.
Affiliations
This person is not affiliated with any business or Blue Board record at ProZ.com.
English to Spanish: Moving target (Sample) General field: Art/Literary
Source text - English A courageous but obscure traveler named Nathaniel Bishop, from my hometown of Medford, Massachusetts, rowed a small boat called a sneakbox twenty-six hundred miles, from upper New York State to New Orleans, around 1877. When he arrived at New Orleans, exhausted, and tied his boat to a jetty, a group of young drunks congregated near his boat and mocked him, threatened him, and swore at him. This, I have come to think, is a very American reaction, rewarding eccentric effort with scorn and violence.
In the 1920s, the long-distance horseman A. F. Tschiffely saddled up in Buenos Aires and rode ten thousand miles northward, heading for New York City. He crossed deserts, mountain ranges, jungles, swamps; he labored over the Andes, toiled through Central America, trotted across Mexico. But the worst was to come. His most dispiriting days on this two-and-a-half-year journey were those he spent traversing various American states. "I had a great deal of trouble with 'road hogs:" he wrote in Southern Cross to Pole Star, and he told how American motorists would deliberately swerve in order to scare him.
"Off and on different objects were thrown at us, and once even an empty bottle, whilst shouting, 'Ride 'em cowboy!"' On a back road in the Blue Ridge Mountains, a man calculatedly sideswiped him, injuring his horse's leg (the driver then honked and waved in triumph). After two more serious incidents of this kind, Tschiffely abandoned his epic trip in Washington, D.C. and took the train to New York.
At this point, the reader who is a jogger or similar sort of outdoor exerciser will shudder with recognition. Practically every jogger I know roadside, it seems) is subjected to catcalls, honks, verbal abuse, unwelcome invitations, and guffaws. Objects are flung from cars — coins, food, beer cans. People spit. It is remarkable how forcefully people can spit when there is someone either to impress or to intimidate. Women joggers occupy a special category of potential victim, and wherever they exercise, they can accurately be described as running a gauntlet.
Translation - Spanish Un viajero valiente pero poco conocido llamado Nathaniel Bishop, oriundo de mi pueblo natal Medford, en el estado de Massachusetts, remó dos mil seiscientas millas en un pequeño bote -conocido como sneakbox-, desde el norte del estado de Nueva York hasta Nueva Orleáns, alrededor de 1877. Cuando llegó a Nueva Orleáns, exhausto, y ató su embarcación a un malecón, un grupo de jóvenes borrachos se arracimó en torno al bote a proferirle burlas, amenazas e insultos. He llegado a pensar que esta conducta es una reacción muy estadounidense, que premia el esfuerzo singular con desprecio y violencia.
En la década de 1920, el jinete de largas distancias A. F. Tschiffely ensilló en Buenos Aires y cabalgó diez mil millas hacia el norte, con destino a la ciudad de Nueva York. Cruzó desiertos, cadenas montañosas, selvas, pantanos, traspuso arduamente los Andes, franqueó su paso por Centroamérica, pasó al trote por México. Pero lo peor estaba por venir. Los días más penosos de su travesía de dos años y medio fueron los que empleó en cruzar algunos estados de Norteamérica. “Tuve una gran cantidad de problemas con bestias del camino,” escribió en su libro De la Cruz del Sur a la Estrella Polar, donde contó de qué manera los automovilistas estadounidenses le tiraban sus vehículos encima y adrede para asustarlo.
“De vez en cuando nos arrojaban objetos diversos, hasta una botella vacía, al tiempo que nos gritaban, ‘¡A cabalgar, vaquero!’” En un camino secundario de la Cordillera Azul, un hombre le cerró el paso intencionalmente y lastimó una pata de uno de los caballos (después el conductor tocó bocina y agitó su mano en gesto triunfal). Luego de otros dos graves incidentes similares, Tschiffely dio por terminado su viaje épico en Washington, D.C. y se tomó el tren a Nueva York.
A esta altura del relato, el lector que sale a correr o hace ejercicio al aire libre se estremecerá por resultarle muy familiar. Casi todos los corredores que conozco han sido acosados o amenazados de manera similar. Al parecer, todos aquellos que corran al costado del camino están sujetos a silbatinas, bocinazos, insultos propuestas desagradables y risotadas. Les arrojan objetos desde los autos, como monedas, comida, latas de cerveza. Los escupen. Resulta notable con qué potencia puede escupir la gente cuando trata de impresionar o intimidar a otros. Las corredoras ocupan una categoría especial de víctimas en potencia, y donde quiera que hagan ejercicio puede describírselas con precisión como condenadas a recorrer una senda de castigos.
More
Less
Translation education
Master's degree - UNLP
Experience
Years of experience: 28. Registered at ProZ.com: Oct 1999.